sábado, 8 de noviembre de 2014

La Promesa

"Mira mis nuevas vestiduras" me dijo, "¿No son hermosas?". Un ángel, pensé, si tuviera alas sería un ángel. La blancura de su ropa y su aura daban al cuarto una luz espectral. Brillaba. Debo estar soñando. "Vengo a despedirme, hijitilla". La voz, esa voz tan amada que no había escuchado desde hacía un año. ¿Dónde estás? quise gritar, más sabía que no contestaría. "Hijitilla", la nostalgia me envolvió como un sudario; había llorado ríos de angustia desde que supe que estaba enferma. Y el dolor, esa sensación de pérdida y soledad. "Ya no puedo esperar más". Creo que yo nunca me perdonaría si ahora se va para siempre. La esperanza me había mantenido en un estado de sopor. Le prometí en su lecho de muerte que yo tendría una hija para que ella pudiera reencarnar y seguir con nosotros. Ella sonrió y apretó mi mano. Hasta que creí estar embarazada no había querido pensar en la promesa, pero siempre estaba presente como una segunda piel. Añoro sus brazos, !Cuántas veces me refugié en ellos a llorar mis penas!, me siento tan desprotegida ahora y no hay en toda la tierra un par de brazos para mi.
"Hijitilla, vine a despedirme, ya no puedo esperar más, mira mis nuevas vestiduras ¿No son hermosas?".
Pero esa noche, esa noche había sangre en mi ropa y comprendí que no podría cumplir la promesa.

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